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20 dic 2010

BIBLICOS: ¿Existe Una Guerra Espiritual?



Del otro lado del teléfono, había una mujer que estaba desesperada:

-“¡Por favor, oren por mí! ¡Me diagnosticaron cáncer, mi esposo me dejó y el banco está por hipotecar mi casa! Estoy bajo un ataque espiritual.”

Mientras hablábamos, supe que era una creyente desde hacía ya mucho tiempo. Cuando le hice mas preguntas, me contó que ella sentía un llamado para hacer “guerra espiritual,” para orar por su ciudad en general y por una persona, o un inconverso en particular.

Su vida de oración estaba consagrada para atar y reprender al diablo sobre la gente y sobre regiones. El hecho de que estaba perdiendo todo, sólo hacía que se empeñara más en su tarea. Esta no era la primera vez que yo escuchaba semejante historia. ¿Por qué una cristiana tan dedicada tenía que sufrir tal pérdida?

El Conflicto

Durante muchos años, tuve una creciente preocupación acerca de la tendencia de grupos cristianos que enfatizan nuestra “guerra” contra el diablo. Como muchos, yo creía que Efesios 6:12 revelaba un conflicto celestial que reclamaba nuestra atención e “intercesión”, si es que la iglesia había de cumplir el llamado a predicar el evangelio hasta los confines de la tierra.

“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” Ef. 6:12

Como habitualmente se enseña, esta nueva clase de “intercesión estratégica” era necesaria, para poder liberar regiones y ciudades del control diabólico que ciega los ojos de los hombres ante el mensaje de Jesucristo. Como resultado, un movimiento de intercesores se volvió parte integral de muchas iglesias. Hay muchas conferencias que se dedican a dichas enseñanzas de intercesión, con el propósito de destruir ataduras y abrir áreas a la influencia de La Palabra de Dios.

Este énfasis en la lucha contra las fuerzas diabólicas, se ha filtrado a través de la vida de oración del cristiano en lo individual, quien muchas veces dedica tanto tiempo para atar y reprender al diablo como para entrar en comunión y hablar con el Señor. ¿Es esto oración Bíblica? ¿Es esto verdadera intercesión?

En mis 35 años de vida cristiana y ministerio, he hablado con demasiados creyentes que están experimentando toda tipo de calamidades, enfermedades y pérdidas en sus vidas. En los últimos años y especialmente en los últimos meses, he notado un patrón preocupante en los testimonios de estos cristianos heridos.

En un cada vez mayor número de casos, mientras hablaba con aquellos que conocieron y sirvieron al Señor, fue mencionado que ellos eran intercesores o habían estado envueltos en guerra espiritual. Comencé a percibir que tal vez haya una razón por la cual tantos intercesores guerreros estén sufriendo semejantes pérdidas.

Por años he enseñado en contra de la práctica popular de identificar al “hombre fuerte” sobre regiones y en contra de la oración guerrera contra tales espíritus, cosa que yo llamo “vudú cristiano”. Esto último tiene referencias a lo místico, casi aproximaciones supersticiosas que muchos adoptan para liberar su ciudad o región de influencias diabólicas. Habiendo vivido en el extranjero y habiendo aprendido acerca de las prácticas paganas de diferentes grupos que buscan deshacerse de demonios o espíritus, ¡no puedo más que quejarme (no me quejo, me asusto) cuando veo a mis hermanos y hermanas en Cristo practicando ritos similares en iglesias cristianas! Cristianos, en público y en privado, llevan a cabo proclamaciones injuriosas contra el diablo, atando y soltando, reprendiéndolo y echándolo fuera de la zona o incluso de las naciones. ¿Para esto fuimos comisionados y llamados?

Yo creo que ciertos versículos en el Nuevo Testamento fueron malinterpretados y aplicados incorrectamente. Como resultado, creyentes sinceros ingresan a un dominio espiritual que no está dentro de la esfera de su autoridad. Esta ‘intrusión espiritual’ es la que posiblemente esté abriendo puertas, dando la oportunidad a un diablo derrotado y a sus demonios a hacer destrozos, a traer sufrimiento y dolor de corazón a Cristianos bien intencionados.

Muchos intercesores cristianos se les escucha orando por otros, utilizando los siguientes términos, de manera fuerte y continua: “Te ato Satanás, los ato espíritus de esto y espíritus de aquello, los maldigo y los echo fuera, deben irse en el nombre de Jesucristo, los echo al abismo, etc.” Yo mismo fui culpable de oraciones semejantes antes de sentir en mi espíritu una revisión del Señor, permitiéndole revelar las verdades que estoy compartiendo en este artículo. Yo oro para que usted esté abierto a lo que puede ser un nuevo punto de vista, y a considerar cuidadosamente lo que siento como una manera más poderosa y efectiva para ver crecer la iglesia y para que el evangelio alcance las naciones.

¿Dónde está la Guerra?

Como cité anteriormente, existe una lucha en la cual no peleamos contra carne y sangre. Lo que ha confundido a muchos es que el versículo menciona “regiones celestes". Como resultado, el contexto completo del pasaje ha sido ignorado y el énfasis ha sido puesto en la habitación de los principados y potencias en lugar del sujeto de su ira, que es el creyente.

10 Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.

11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las acechanzas del diablo,

12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.

13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y, habiendo acabado todo, estar firmes. (Ef. 6:10-13)

Si nos tomamos el tiempo para considerar el propósito de Pablo en este pasaje, de ninguna manera se puede concluir que esto sea un llamado para la batalla en contra de los principados y potestades en “los lugares celestiales.” De hecho, lo que Pablo está haciendo, es exhortar a los cristianos para que se “fortalezcan”, para que “estén firmes”, para que “resistan”, y “habiendo acabado todo, estar firmes.” El lenguaje es defensivo, no ofensivo, y está dirigido para exhortar al creyente a fin de que esté preparado para un ataque satánico contra su persona, no contra su ciudad o región.

14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,

15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.

16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.

17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;

18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu…” Ef. 6:14-18

Mientras Pablo continúa con su exhortación, estamos convencidos que su propósito es ver a creyentes individualmente fortalecidos a través de la revelación de La Palabra de Dios, para que así puedan “apagar todos los dardos de fuego del maligno.” En otras palabras, la revelación de la verdad, la justicia, el evangelio, la fe, la salvación, el Espíritu y toda oración son esenciales en la vida de todo cristiano que quiera continuar en la fe hasta el fin. Los ataques de los principados y potestades están aquí en la tierra durante cada día de nuestras vidas, no en los cielos, porque el creyente está aquí, en la tierra. No hay instrucción para atacar las regiones celestiales de los principados, sino más bien para resistir a sus ataques en nuestra vida terrenal.

¿Hay guerra espiritual? ¡Por supuesto que sí! Sin embargo, hemos puesto la batalla en un plano exterior a nosotros, cuando de hecho se desarrolla dentro y alrededor de nosotros.

18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.

19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.

20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.

21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.

22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;

23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.

24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Rom. 7:18-24

Ciertamente hay una lucha que se está llevando a cabo. Y no es una lucha que pueda ser ganada por medios carnales. Sabemos que en nuestra carne no habita cosa buena. La carne se esfuerza por complacer a Dios pero es incapaz debido a la debilidad causada por el pecado. La mente desea las cosas de Dios pero no puede someter la carne a lo bueno. Y para empeorar las cosas, el mismo diablo está arrojando dardos de fuego contra nosotros para asegurar nuestra destrucción. Si esto no es guerra, entonces yo no sé que es guerra.

...Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; Rom. 8:7a

Existe una guerra en nuestras mentes. La mentalidad carnal está en contra de Dios y no puede complacer a Dios. Los dardos de fuego del enemigo representan las tentaciones, las persecuciones y tribulaciones que todos nosotros experimentamos en la vida. El cristiano que elige vivir en la carne o intenta ganar esta guerra con sus propias fuerzas, está condenado al fracaso y a la derrota. Por eso la exhortación de Pablo en Efesios 6 es: -“Vestíos de toda la armadura de Dios.” Debemos saber quiénes somos en Cristo y quién es Cristo en nosotros si queremos ser victoriosos en esta batalla.

3 Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne;

4 porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,

5 derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, 2 Cor. 10:3-5

Nuestra guerra no es en la carne y nuestras armas no son carnales. Nuestras armas son las nombradas en Efesios 6: la revelación de la verdad, la justicia, el evangelio, la fe, la salvación, el Espíritu y la oración. Estas armas son poderosas, mediante Dios, para derribar fortalezas. ¿Pero qué es una fortaleza? ¿Acaso no es “fortaleza” otra palabra usada para nombrar a un principado diabólico, que gobierna sobre una región y hace imposible que el evangelio penetre?

Pablo nos dice exactamente qué es una fortaleza. Es una “imaginación”, es un “algo en lo alto” (una barrera) que se exalta a sí mismo en contra del conocimiento de Dios. ¡Es un pensamiento! Una fortaleza es un sistema de creencias construido en la mente de una persona, contraria a la verdad de Dios y a Su Palabra. Las fortalezas incluyen las costumbres culturales, las religiones falsas, las ataduras del pecado, las filosofías de los hombres, los argumentos políticos, las declaraciones científicas y cosas semejantes, que niegan o ignoran la realidad de Dios y Su verdad. Estas fortalezas representan el campo de batalla en la vida del creyente. Mientras estas permanezcan no habrá victoria. El creyente continuará en una lucha perpetua con su mente y con su carne, mientras estas intentan dominarle.

¡¡¡Pero las armas de nuestra milicia no son carnales!!! Tenemos la revelación de la verdad que nos libera, el hecho de que somos la justicia de Dios en Cristo, el poder del evangelio para la salvación, la fe que puede mover montañas, nuestra salvación y reconciliación con Dios, El Espíritu Santo que vive en nosotros, que nos unge y los diferentes tipos de oración, que son más que suficientes para derribar cada fortaleza que se exalta a sí misma contra Dios. ¡Estamos bien equipados para ganar esta lucha!

La Guerra que no Existe

Lo que resulta claro del Nuevo Testamento es que no hay ninguna evidencia en absoluto, o ninguna instrucción sobre una guerra espiritual en las regiones celestes que requiera nuestra oración estratégica y nuestra intercesión. Jesús nunca envió intercesores por delante, para preparar el camino para Su mensaje. Él envió sus discípulos a predicar el evangelio, sanar a los enfermos y echar fuera demonios. Jesús nunca indicó que algunas regiones no lo recibirían debido a principados demoníacos, y que por lo tanto deberían ser destruidos antes de predicar el evangelio. Les dijo a sus discípulos que se sacudieran el polvo de sus pies y se fueran al próximo pueblo si no los recibían. No deberíamos estar culpando a los demonios por la dureza del corazón de los hombres. Si la gente (un pueblo o un grupo) no recibe el Evangelio, debemos seguir adelante al siguiente poblado! No deberíamos comenzar un grupo de oración intercesora para derrotar las ataduras o al ‘hombre fuerte.’

Pablo nunca oró acerca de identificar el hombre fuerte, sobre una ciudad o región. Simplemente predicó el evangelio y dejó que las fichas cayeran donde pudieran. A veces él fue recibido con alegría, otras veces fue apedreado. No hubo mención de una “fortaleza” que debía ser destruida. No se formó un grupo intercesor para atacar estas potencias, y así hacer volver a Pablo a la ciudad.

Lo que Jesús sí encargó a la iglesia es predicar el evangelio.

18 Y Jesús se acercó y les habló diciendo: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.

19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo;

20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». Amén. Mat. 28:18-20

Toda potestad (autoridad) le fue dada a Jesús en el cielo y también en la tierra. En otras palabras, no hay ámbito que no esté sujeto a Su autoridad. Por lo tanto, estamos autorizados y facultados para llevar el evangelio a todas las naciones sin importar los principados, hombres fuertes o fortalezas. La autoridad de esas “potencias” han sido derrotadas.

“Y despojó a los principados y a las autoridades y los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. “Col. 2:15

Estos son los mismos principados y potencias a los cuales a menudo se refiere Efesios 6. Si Jesús “despojó” a estas potencias, y si “toda autoridad” le fue otorgada en el cielo y en la tierra, y si nos comisionó para “ir a todo el mundo y predicar el evangelio”, entonces puede deducirse que la única resistencia con que nos enfrentamos es una resistencia terrenal, comprendida en las fortalezas de las mentes de los hombres y en los dardos de fuego de un enemigo que ha sido derrotado y despojado.

Pero con las armas de nuestra milicia, hemos sido equipados para la victoria. Mucho tiempo y oración han sido malgastados peleando con un enemigo al estar “atándole” en su morada celestial, cuando de hecho, hemos sido equipados para destruir sus actividades terrenales de mentiras y tentaciones. Y mucho tiempo se ha desperdiciado que deberíamos haber usado para ir a todo el mundo y predicar. Pero el orar “estratégicamente” suena mucho más romántico que predicar a los perdidos y sanar a los enfermos. Tú puedes quedarte en casa y hacer “guerra espiritual estratégica”, pero debes dejar el cuarto de oración e ir a las naciones, si vamos a cumplir la gran comisión.

¿Atando y desatando?

Ciertamente hay espíritus demoníacos que tienen su influencia sobre gente al punto de causarles enfermedades físicas y mentales o aflicciones emocionales. Los evangelios están llenos de relatos de Jesús “sanando a todos los oprimidos por el diablo.” (Hch. 10:38) Mientras leemos los relatos de Su ministerio poderoso, sólo encontramos a Jesús dirigiéndose a los malos espíritus cuando los confrontaba en el cuerpo físico de los seres humanos. Nunca se registró que Jesús hablara a principados y a potencias en los cielos, ni sobre ciudades ni sobre regiones. Les dijo a sus discípulos:

“He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará”. Lucas 10:19

Y los envió a “sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dar de gracia.” (Mat. 10:8) La autoridad del creyente es parte de nuestra herencia en Cristo. Es inherente en el espíritu renacido de cada cristiano, ya sea que lo sepa o no. Ningún demonio puede resistir el nombre de Jesús a través de los labios de uno que conoce su identidad en Cristo. Muchas veces Jesús nos mostró cómo ejercer semejante autoridad.

“Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; “ Mat. 8:16

¿Pero qué hay sobre atar y desatar? ¿Es esa una forma de oración? Encontramos estos términos mencionados dos veces en las enseñanzas de Jesús. ¿A qué se refieren exactamente?

18 “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; no prevalecerán contra ella.”

19 Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.” Mat. 16:18-19

Este pasaje sigue a la poderosa revelación de Pedro de que Jesús era el Cristo, el hijo del Dios viviente. Como resultado, Jesús explicó a Pedro algo de lo que significaba esa revelación. En muchas palabras, Jesús estaba diciendo: “Pedro, sobre la revelación de quién Yo soy, edificaré mi iglesia. Y para aquellos que compartan esta revelación, les daré autoridad en la tierra. Lo que mis hijos e hijas permitan en la tierra lo respetaré desde el cielo, y lo que no permitan en la tierra lo respaldaré desde el cielo”. En otras palabras, somos Sus embajadores, Sus representantes y ministros en la tierra. Los principados y las potestades en los lugares celestiales se someterán a lo que nosotros establecemos en la tierra, no viceversa. Sus actividades terrenales están sujetas a nuestras armas de la verdad, la justicia, el poder del evangelio, la salvación, la fe, el Espíritu Santo y la oración.

La única vez que vemos a “Satanás cayendo como un rayo del cielo”, revela claramente la táctica más efectiva para sacudir los principados en los lugares celestiales. En Lucas capítulo 10, Jesús envió a sus discípulos a predicar el evangelio y “sanar a los enfermos.” (v.9). Cuando esta autoridad fue puesta en práctica, produjo resultados sorprendentes. Los discípulos volvieron a Jesús exclamando: “...aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.” (v.17) Este despojo del dominio de Satanás, desatando a los oprimidos y dando libertad a los cautivos, arrojó a Satanás de los principados en los lugares celestiales. La batalla se desarrolló en la tierra y los lugares celestiales sintieron el impacto.

Desafortunadamente, las enseñanzas modernas nos dicen que hay que atacar a las potestades celestiales para que nos podamos sentir que podemos predicar el evangelio con efectividad. Este no es el modelo que sigue el Nuevo Testamento. Hay dos resultados que produce esta forma de pensar: 1) Los hombres no son considerados como responsables por la dureza de sus corazones; “es culpa del diablo”. Y 2) Nuestra falta de efectividad en sanar a los enfermos y liberar a los cautivos “tampoco es nuestra culpa”. “Solamente necesitamos derribar algunas fortalezas más en oración y tal vez podamos ver un avivamiento." Creo que esto es un error que ha desviado a la iglesia de su verdadero llamado y comisión.

“De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.” Mat. 18:18

Mientras que en su contexto, Mateo 18 se refiere específicamente a la autoridad para disciplinar de la iglesia, todavía podemos aprender de las palabras en este versículo que el atar y desatar en la tierra es hecho por el hombre. La tierra es el dominio del hombre. Dios es responsable de los resultados celestiales. Sin embargo, muchos están intentando atar y desatar cosas en los lugares celestiales para poder ver resultados en la tierra. Ellos han dado vuelta el versículo. No estamos autorizados para atar espíritus inmundos que no se ven. Estamos autorizados para desatar a la gente de ellos y liberar a los cautivos.

Un caso maravilloso de “soltar” se encuentra en Lucas 13, cuando Jesús encuentra a una mujer encorvada por un espíritu de enfermedad durante dieciocho años. Después de ser sanada, Jesús le explicó que esa atadura era de origen satánico. Pero antes de que esto fuera revelado, y sin ningún ataque verbal sobre este espíritu maligno, Jesús simplemente declaró: “Mujer, eres libre de tu enfermedad.” (Lucas 13:12) Entonces El puso Sus manos sobre ella y fue instantáneamente sanada.

Mientras que muchos creyentes modernos hubiesen pasado su tiempo atando al diablo, echándolo fuera, reprendiendo al “demonio de espalda encorvada” o algo por el estilo, ¡Jesús liberó a la mujer! “Cualquier cosa que desatéis en la tierra será desatada en el cielo.”

No es de sorprenderse que Satanás cayera desde el cielo como relámpago cuando los discípulos, meramente hombres, despojaban su reino y liberaban a sus cautivos. Se nos ha dado autoridad para “pisotear serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada los dañará.” (Lucas 10:19) Las llaves de autoridad han sido dadas a la iglesia. Hemos sido comisionados para ir a todo el mundo y predicar el evangelio de poder. La verdadera guerra se cumple cuando obedecemos el mandato claro de Jesús.

“De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.” Juan 14:12

Intrusión espiritual

Si nuestra autoridad es terrenal y nuestra comisión es ir a todo el mundo, ¿es posible que nuestros ataques contra estos principados, y nuestras encarriladas acusaciones contra Satanás nos estén exponiendo a la miseria y a la pérdida?

Hay una severa advertencia para aquellos que se atrevan a “hablar mal de dignidades.” (2 Pedro 2:10) y a “hablar mal de cosas que no entienden.” (2 Pedro 2:12) Ni siquiera Miguel el arcángel acusó al diablo, pero le dijo: “el Señor te reprenda.” (Judas 1:9) Es importante que entendamos que Satanás todavía es el “dios de este mundo, “(2 Cor. 4:4) y “el príncipe de la potestad del aire.” (Ef. 2:2) Aunque saqueado, su reino celeste de principados y potencias permanece intacto. Cualquier influencia que el diablo tiene sobre la tierra, está sujeta a nuestra autoridad en Cristo, pero no estamos autorizados para atacar su morada celestial. Si hacemos esto último, podemos involuntariamente potenciar al diablo para “matar, robar y destruir” a aquellos que se envuelvan con él de esa manera.

Cuando nos movemos más allá del alcance de nuestro conocimiento o autoridad, nos exponemos a la destrucción y a la derrota. En Hechos 19:13-16 vemos un ejemplo en los siete hijos de Esceva, que intentaron echar fuera demonios usando el nombre de Jesús, pero no eran discípulos de Jesús nacidos de nuevo. ¡Aunque sujetos al nombre y a la autoridad de Jesús en la tierra, los demonios reconocieron rápidamente que estos hombres no eran verdaderos embajadores de Cristo y los atacaron venciéndolos físicamente!

Es mi creencia que muchos cristianos bien intencionados están sufriendo resultados similares, cuando se mueven más allá de su autoridad en la tierra para sanar a los enfermos y liberar a los cautivos. Jesús nunca lanzó sus reprensiones a la atmósfera, ni tampoco las dirigió hacia principados invisibles o demonios. Sus reprensiones y autoridad siempre las dirigió a una persona o a un evento. Expulsó espíritus manifiestos en la gente con Su palabra. El reprendió al viento y a las olas. Maldijo a la higuera. Nos enseñó a hablarle a la montaña, una entidad física. Él habló con el diablo únicamente cuando lo confrontó cara a cara durante Su prueba en el desierto (Lucas 4:1-14). Este ejemplo de someterse Él mismo a Dios y “resistir al diablo” (Juan 4:7) es exactamente de lo que trata la “guerra” espiritual.

Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno. 1 Juan 2:14b

Atando al Hombre fuerte

28 “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.

29 Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa.” Mateo 12:28-29.

Una de las tácticas favoritas de oración moderna de guerra es “atar” al hombre fuerte, para que su reino pueda ser saqueado efectivamente. No obstante, cuando consideramos este versículo en su contexto, no encontramos ninguna evidencia de Jesús atando verbalmente a ningún hombre fuerte. Pero definitivamente estaba saqueando su casa. ¿Cómo hizo Jesús exactamente para atar al hombre fuerte y así sanar al enfermo y al poseído?

El hombre fuerte, Satanás, obtuvo su autoridad en la tierra como resultado del pecado del hombre. El pecado permitió al diablo ser el dios de este mundo para matar, robar y destruir. Si el pecado es lo que desató al diablo en la tierra, entonces la única fuerza que puede atarlo es la justicia. Debido a que “no hay justo, ni siquiera uno,” (Rom. 3:10) Dios mismo se hizo carne, el hombre perfecto, sin pecado, para revelarnos el poder de la justicia. Jesús declaró concerniente al príncipe de este mundo, que “él nada tiene en mí.” (Juan 14:30) La justicia de Jesús dejó al diablo sin poder e impotente para retener a sus cautivos. Jesús sanó y liberó a los oprimidos con Su palabra. No le gritó al diablo, no reprendió de manera hiriente ni maldijo. Tampoco ató verbalmente al diablo y a sus demonios y los envió al abismo. El diablo estaba atado por la simple presencia de Jesús. ¡La justicia siempre triunfa sobre el pecado y el poder del enemigo!

Si solamente pudiéramos asir lo que somos en Cristo, la verdadera justicia de Dios (2 Cor.5:21), entenderíamos que atar al hombre fuerte no es un asalto verbal sino más bien una confianza segura de Quién vive en nosotros. Como nueva creación, cada creyente es una demostración ambulante de la justicia de Cristo. El diablo debe huir, los enfermos pueden ser sanos y los oprimidos puestos en libertad. ¡Somos libres para saquear la casa del enemigo y para liberar a los cautivos! Muy a menudo hemos substituido las reprensiones en alta voz hacia los espíritus invisibles por el verdadero poder de la confianza segura de “Cristo en nosotros, la esperanza de gloria.” (Col. 1:27)

Estoy convencido que muchos en la iglesia se han distraído del trabajo completo de Cristo en la cruz y han buscado añadir más a Su victoria a través de sus propios esfuerzos imaginarios. A Cristo se le ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. A cambio, El nos ha comisionado en la tierra a predicar el evangelio y a dar libertad a los cautivos. Nuestro “atar y desatar” en la tierra será respaldado en los cielos. Mientras saqueamos la casa del hombre fuerte, dando libertad a los cautivos, cumpliremos la verdadera guerra espiritual.

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